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estoy
Bienvenidas y bienvenidos una vez más al blog Mi Arro’ con Pollo... sin Huesos. La publicación de hoy puede hacernos revivir sentimientos de tristeza, pena y desaliento. Sin embargo, de ese día podemos sacar muchísimas lecciones. Así que hoy compartiré mi experiencia tras el paso del Huracán María y algunas lecciones aprendidas a un año de este terrible desastre.
Primero lo primero. Gracias a Dios que envió al Huracán Irma unos días antes de María. De no haber sido así esto hubiese sido mucho peor de lo que fue. Luego llegó María.
Ese 20 de septiembre en la tarde recuerdo los nervios que sentía, pues no había noticias muy alentadoras. Recuerdo decirle a mi esposo que nos acostáramos a dormir temprano para de esa manera poder estar alertas en la madrugada, cuando se esperaba que llegará este fenómeno. Modestia aparte, vivo en el pueblo de Yabucoa, lugar por donde hizo su entrada el huracán.
A las 11:00 pm comenzaron a sentirse las primeras ráfagas de vientos, pero aún no había de que preocuparse. Recuerdo que hasta esa hora la familia de mi esposo estuvo diciéndonos que nos fuéramos a una de sus casas, pues en la nuestra no pusimos tormenteras ni nada. Mi esposo no quiso y luego supimos que fue una buena decisión, pues cuando comenzaron los fuertes embates a eso de la 1:00am la puerta de garaje quería arrancarse y tuvimos que aguantarla con la guagua. Luego, comenzó a entrar agua por la puerta y tuvimos que poner toallas y mover los muebles para protegerlos. La puerta corrediza de la sala nos hizo aguantarla por más de dos horas porque el viento entraba por la marquesina y quería tumbarla. Por lo que de habernos ido la historia hubiese sido otra. Con toda probabilidad hubiéramos perdido todo. Gracias le damos y le dimos a Dios una y mil veces por habernos protegido, pues otras familias no tuvieron igual suerte.
En este tipo de evento aprendí que los planes de acción son súper importantes, pero más importante es tener la capacidad de cambiar el plan si vemos que no está funcionando. Ese fue nuestro caso. Pensamos que nuestro cuarto era el más seguro y a la hora de la verdad terminamos caminando de un lado a otro sin encontrar refugio porque ni en el baño sentíamos que estábamos seguro. Fueron largas horas de incertidumbre, de ansiedad y temor. Escuché que durante el evento hasta el que no sabía orar le suplicaba protección a Dios. Sin duda el peor día de nuestras vidas.
Para cuando todo se puso en relativa calma, porque este Huracán como que no quería irse de Puerto Rico, entonces vimos los daños. La vegetación sufrió sobremanera. Las calles estaban obstruidas. Muchas casas y edificios destruidos. Una devastación nunca antes vista por mí. La desesperación porque no había comunicaciones, ni cómo llegar hasta la casa de los familiares. Sin servicios de luz ni de agua porque pocos fueron los postes que quedaron de pie. Todo un caos. Para cuando se pudo comenzar a salir de los hogares, era mejor no hacerlo. Las estaciones de gasolina con filas de horas de espera. Muy pocas tiendas abiertas para comprar alimentos y las que lo estaban casi no daban abasto y también largas filas. El huracán María pasó el miércoles, el jueves aún no había paso y no era seguro alejarse mucho de las casas, pero el viernes salí hacia mi trabajo. Cuando comencé a ver toda esa destrucción no pude aguantar, fui y regrese todo el camino llorando. Y como olvidar el toque de queda, que para aquellos que tuvimos la bendición de mantener nuestro empleo no nos daba casi el tiempo para ir a hacer nuestras compras. Desde ese momento nadie deja de hablar de María y como nos cambió la vida. Incluso al día de hoy aún hay personas que siguen sufriendo a causa de este fenómeno.
Cabe aclarar que no todo fue malo. Por el huracán y las condiciones en que estábamos conocí a todos mis vecinos. Ahora valoro aún más lo que tengo, las comodidades, la comida que muchos desperdician y que tan escasa estuvo para algunos. Muchas personas tuvieron que reinventarse, tras perder sus empleos y de esa manera descubrieron talentos que no pensaban que tenían. La gente compartió más unos con otros y hasta los libros y juegos de mesa desempolvaron porque no había televisión ni internet. Ayudarse entre todos era la orden del día. La empatía, la compasión, el servicio, la unión y el amor se hicieron más fuerte tras este inolvidable suceso. Hoy día nos hemos recuperado bastante. Aunque las experiencias que vivimos por aquellos días quedarán grabadas en nuestra memoria por el resto de nuestra vida.
Bienvenidas y bienvenidos una vez más al blog Mi Arro’ con Pollo... sin Huesos. La publicación de hoy puede hacernos revivir sentimientos de tristeza, pena y desaliento. Sin embargo, de ese día podemos sacar muchísimas lecciones. Así que hoy compartiré mi experiencia tras el paso del Huracán María y algunas lecciones aprendidas a un año de este terrible desastre.
Primero lo primero. Gracias a Dios que envió al Huracán Irma unos días antes de María. De no haber sido así esto hubiese sido mucho peor de lo que fue. Luego llegó María.
Ese 20 de septiembre en la tarde recuerdo los nervios que sentía, pues no había noticias muy alentadoras. Recuerdo decirle a mi esposo que nos acostáramos a dormir temprano para de esa manera poder estar alertas en la madrugada, cuando se esperaba que llegará este fenómeno. Modestia aparte, vivo en el pueblo de Yabucoa, lugar por donde hizo su entrada el huracán.
A las 11:00 pm comenzaron a sentirse las primeras ráfagas de vientos, pero aún no había de que preocuparse. Recuerdo que hasta esa hora la familia de mi esposo estuvo diciéndonos que nos fuéramos a una de sus casas, pues en la nuestra no pusimos tormenteras ni nada. Mi esposo no quiso y luego supimos que fue una buena decisión, pues cuando comenzaron los fuertes embates a eso de la 1:00am la puerta de garaje quería arrancarse y tuvimos que aguantarla con la guagua. Luego, comenzó a entrar agua por la puerta y tuvimos que poner toallas y mover los muebles para protegerlos. La puerta corrediza de la sala nos hizo aguantarla por más de dos horas porque el viento entraba por la marquesina y quería tumbarla. Por lo que de habernos ido la historia hubiese sido otra. Con toda probabilidad hubiéramos perdido todo. Gracias le damos y le dimos a Dios una y mil veces por habernos protegido, pues otras familias no tuvieron igual suerte.
En este tipo de evento aprendí que los planes de acción son súper importantes, pero más importante es tener la capacidad de cambiar el plan si vemos que no está funcionando. Ese fue nuestro caso. Pensamos que nuestro cuarto era el más seguro y a la hora de la verdad terminamos caminando de un lado a otro sin encontrar refugio porque ni en el baño sentíamos que estábamos seguro. Fueron largas horas de incertidumbre, de ansiedad y temor. Escuché que durante el evento hasta el que no sabía orar le suplicaba protección a Dios. Sin duda el peor día de nuestras vidas.
Para cuando todo se puso en relativa calma, porque este Huracán como que no quería irse de Puerto Rico, entonces vimos los daños. La vegetación sufrió sobremanera. Las calles estaban obstruidas. Muchas casas y edificios destruidos. Una devastación nunca antes vista por mí. La desesperación porque no había comunicaciones, ni cómo llegar hasta la casa de los familiares. Sin servicios de luz ni de agua porque pocos fueron los postes que quedaron de pie. Todo un caos. Para cuando se pudo comenzar a salir de los hogares, era mejor no hacerlo. Las estaciones de gasolina con filas de horas de espera. Muy pocas tiendas abiertas para comprar alimentos y las que lo estaban casi no daban abasto y también largas filas. El huracán María pasó el miércoles, el jueves aún no había paso y no era seguro alejarse mucho de las casas, pero el viernes salí hacia mi trabajo. Cuando comencé a ver toda esa destrucción no pude aguantar, fui y regrese todo el camino llorando. Y como olvidar el toque de queda, que para aquellos que tuvimos la bendición de mantener nuestro empleo no nos daba casi el tiempo para ir a hacer nuestras compras. Desde ese momento nadie deja de hablar de María y como nos cambió la vida. Incluso al día de hoy aún hay personas que siguen sufriendo a causa de este fenómeno.
Cabe aclarar que no todo fue malo. Por el huracán y las condiciones en que estábamos conocí a todos mis vecinos. Ahora valoro aún más lo que tengo, las comodidades, la comida que muchos desperdician y que tan escasa estuvo para algunos. Muchas personas tuvieron que reinventarse, tras perder sus empleos y de esa manera descubrieron talentos que no pensaban que tenían. La gente compartió más unos con otros y hasta los libros y juegos de mesa desempolvaron porque no había televisión ni internet. Ayudarse entre todos era la orden del día. La empatía, la compasión, el servicio, la unión y el amor se hicieron más fuerte tras este inolvidable suceso. Hoy día nos hemos recuperado bastante. Aunque las experiencias que vivimos por aquellos días quedarán grabadas en nuestra memoria por el resto de nuestra vida.
Las
experiencias y lecciones tras el Huracán
María fueron muchísimas más, pero si quisiera escribirlas con todos los
detalles no terminaría. No fueron momentos fáciles, pero el ser humano tiene
una gran capacidad para adaptarse y superarse. ¿Qué les pareció esta publicación?
¿Cuál fue tu experiencia durante este fenómeno atmosférico? ¿Qué fue lo más difícil
para ti? ¿Qué lecciones aprendiste? ¿Piensas que hay un antes y después en tu
manera de ver las cosas? Comparte tu experiencia conmigo en el área de los
comentarios o escríbeme a través de Facebook, Instagram o vía email.
Les
comparto esta frase: “Porque la lluvia no solo moja…también pinta los cielos.”
-MagentaPower
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publicaciones con aquellos amigos y familiares que sabes les gustará mi
contenido.
Hasta
leernos otra vez
María
Magdalena ;)
Excelente reflexión. Lo bueno de este evento es que todo el vecindario nos unimos como una sola familia a ayudarnos. Damos gracias a Dios por su protección a pesar de lo ocurrido. BENDICIONES .
ResponderEliminarAsí es.
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